El acuerdo del siglo de Trump no traerá la paz

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El ‘Acuerdo del siglo’ de Trump no traerá paz: Ese era el plan

Jonathan Cook
30 de enero 2020

La propuesta incluye deliberadamente una serie de condiciones irrealizables antes de que se pueda reconocer lo que queda de Palestina…

La mayor parte del tan recorrido “acuerdo del siglo” de Trump no trae ninguna sorpresa. En los últimos 18 meses funcionarios israelíes filtraron muchos de sus detalles.

El llamado “enfoque para la paz” revelado el martes sencillamente confirmó que el gobierno de EEUU adoptó públicamente la antigua opinión generalizada en Israel: que Israel tiene ‘derecho’ a retener permanentemente las franjas de territorio de las que ilegalmente se apoderó durante los últimos cincuenta años y que niega a los palestinos toda esperanza de un Estado.

La Casa Blanca descartó la tradicional postura estadounidense de “intermediario honesto” entre Israel y los palestinos. La dirigencia palestina no fue invitada a la ceremonia, y de haber sido invitados no hubieran asistido. Este acuerdo fue diseñado en Tel Aviv más que en Washington, y su objetivo era asegurar que no hubiera un interlocutor palestino.

Para Israel lo más importante es conseguir el permiso de Washington para anexar todas sus colonias ilegales desparramadas por Cisjordania, incluida la vasta cuenca agrícola del Valle del Jordán. Israel mantendrá el control militar sobre toda Cisjordania.

El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu anunció su intención de presentar tal plan de anexión ante su gabinete lo antes posible. Sin dudas brindará la plataforma central en su empeño para ganar la muy reñida elección general a realizarse el 2 de marzo.

El acuerdo de Trump también aprueba la anexión de Jerusalén Este. Y aspira a que los palestinos hagan de cuenta que una aldea de Cisjordania, fuera de la ciudad, es su capital “Al-Quds”. Hay peligrosas evidencias de que dará paso a que Israel divida por la fuerza el complejo de la mezquita de Al-Aqsa para crear un área de oración para judíos extremistas, como ya lo hicieron en Hebron.

Es más, el gobierno de Trump tiene aparentemente la intención de dar luz verde a Ias antiguas esperanzas de la derecha israelí de retrazar los actuales límites de manera de trasladar a Cisjordania a posiblemente cientos de miles de palestinos que actualmente viven en Israel y tienen ciudadanía israelí. Eso equivaldría casi con certeza a un crimen de guerra.

El plan no toma en cuenta el derecho al retorno y parece que aspira a que el Mundo Árabe pague la factura de indemnización a millones de refugiados palestinos.

El martes se mostró un mapa, elaborado por EEUU, donde se observan enclaves palestinos conectados por un laberinto de puentes y túneles, incluso uno entre Cisjordania y Gaza. El único ingrediente alentador concedido a los palestinos son las promesas estadounidenses de fortalecer su economía. Dada la lamentable situación financiera de los palestinos después de décadas de robo de recursos por parte de Israel, no es una gran promesa.

Todo esto fue disfrazado como “una viable solución de dos Estados” que ofrenda a los palestinos casi el 70% de los territorios ocupados, que a su vez son el 22% de su patria originaria. Dicho de otra manera, exige a los palestinos que acepten un Estado en el 15% de Palestina histórica pues Israel se apoderó de las mejores tierras agrícolas y los recursos hídricos.

Como todos los acuerdos previos, este “Estado” hecho de retazos – carente de ejército y en el que Israel controla su seguridad, fronteras, aguas costeras y espacio aéreo – tiene fecha de vencimiento. Tiene que ser aceptado dentro de cuatro años. De lo contrario, Israel tendrá manos libres para comenzar a saquear aún más territorio palestino. Pero la verdad es que ni Israel ni EEUU consideran ni quieren que los palestinos participen.

Es por eso que el plan incluye – además de la anexión de las colonias – una multitud de irrealizables condiciones a ser cumplidas antes de que pueda ser reconocido lo que queda de Palestina: las facciones palestinas deben desarmarse, Hamas debe ser desmantelado; la Autoridad Palestina encabezada por Mahmud Abbás debe despojar de sus subsidios a las familias de los prisioneros; y los territorios palestinos deben ser rehechos como la Suiza de Medio Oriente, una floreciente democracia y abierta sociedad, todo esto mientras yace bajo la bota de Israel.

En cambio, el plan de Trump mata la payasada de que los 26 años del proceso de Oslo pretendían algo distinto a la capitulación palestina. El plan alinea completamente a EEUU con el empeño israelí – al que durante décadas se dedicaron sus principales partidos políticos – para sentar las bases del apartheid permanente en los territorios palestinos ocupados.

Trump invitó a Netanyahu, el primer ministro temporario de Israel, y a su principal rival político, el exgeneral Benny Gantz, para la presentación. Ambos estaban deseosos de expresar su ilimitado apoyo.

Entre ambos representan cuatro quintos del parlamento israelí. La principal batalla para las elecciones de marzo será cuál de ellos puede adjudicarse estar mejor posicionado para implementar el plan y así dar el golpe mortal a los sueños palestinos de tener un Estado.

En la derecha israelí se alzaron voces disidentes. Las agrupaciones de colonos dijeron que el plan está “lejos de la perfección” – opinión casi seguramente compartida en privado por Netanyahu. La extrema derecha israelí se opone a toda conversación sobre el Estado palestino, por más ilusoria que sea.

A pesar de ello, Netanyahu y su coalición de derecha se apoderará alegremente de las delicias ofrecidas por el gobierno de Trump. Mientras tanto, el inevitable rechazo del plan por parte de la dirigencia palestina será usado en algún momento por Israel como justificación para arrebatar aún más territorio.

Hay otros beneficios extras más inmediatos del “acuerdo del siglo”.

Permitiendo a Israel mantener sus mal habidas ganancias desde su invasión de 1967 a los territorios palestinos, Washington respaldó oficialmente una de las grandes agresiones colonialistas de la era moderna. El gobierno de EEUU declaró así una guerra abierta contra las ya endebles restricciones impuestas por el derecho internacional.

Trump también se beneficia personalmente. Esto distraerá al público respecto a su juicio político, además de ofrecer un efectivo soborno a su base evangélica obsesionada con Israel y a sus principales aportantes, tales como el magnate de los casinos Sheldon Adelson, durante la carrera hacia la elección presidencial.

El presidente estadounidense ayuda además a un útil aliado político. Netanyahu espera que este empujón de la Casa Blanca catapulte al poder a su coalición ultranacionalista en marzo e intimide a los tribunales israelíes mientras examinan las acusaciones penales en su contra.

El martes quedó en evidencia cómo planea obtener ganancias personales del plan de Trump. Regañó a los gritos al fiscal general israelí por presentar acusación formal de corrupción, alegando que estaba poniendo en peligro un “momento histórico” para el Estado de Israel.

Mientras tanto, Abbás recibió el plan con un “mil veces no”. Trump lo ha dejado completamente expuesto. O la Autoridad Palestina abandona su papel de contratista de seguridad en nombre de Israel y se disuelve, o sigue como antes pero explícitamente despojada de la ilusión de estar dedicada a conseguir la condición de Estado.

Abbás tratará de aferrarse, esperando que Trump sea derrocado en las elecciones de este año y un nuevo gobierno estadounidense vuelva al simulacro de avanzar en el proceso de paz de Oslo, ya expirado hace largo tiempo. Pero si Trump gana, las dificultades de la AP aumentarán rápidamente.

Nadie, y mucho menos el gobierno de Trump, cree que este plan llevará a la paz. Más bien les preocupa cuán rápido preparará el camino para un mayor derramamiento de sangre.

Fuente: Jonathan Cook

Fuente: La Estrella Palestina

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